Los que imponen el Estado a la ciudadanía a través de la sedición y la violencia militar, junto con construir por la fuerza el sistema político que les conviene, imponen a los vencidos, además, un tipo lapidario de ‘memoria oficial’.En Chile han existido dos dictadores sanguinarios que esparcieron muerte social e impusieron, sobre la “seriedad de la muerte”, un sistema político liberal en ambos casos, no propuesto por la mayoría ciudadana: Diego Portales Palazuelos y Augusto Pinochet Ugarte.La memoria oficial que creció fusionada con esa seriedad ciudadana permitió al sistema político que ellos fundaron y refundaron permanecer “indesafiado” por largo tiempo. Por eso, hasta 1861, nadie se atrevió a desafiar el mito del dictador que se impuso por la violencia en 1830 y murió masacrado —a manos de la ciudadanía— en 1837.El historiador Gabriel Salazar revisa en este libro los hechos históricos que rodean a Diego Portales, ahondando en la esquiva memoria que dejó su legado en el entramado político y social de Chile; lo despoja del mito en un gesto que busca resignificar su figura ante la ciudadanía actual.
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