Mientras la mayoría de sus contemporáneos ha intentado profundizar los rasgos reconocibles de su producción en búsqueda de la celebrada «voz propia», Verónica Zondek ha hecho de la suya una divergente. En algunos de sus libros se observa una sintaxis dislocada, rara también dentro de una generación ocupada en denunciar con claridad la dictadura. La autora no rehúye la acusación a toda clase de poderes, por el contrario, ni los opresores ni los oprimidos de sus poemas se agotan en aquel régimen irrespirable.
Del prólogo de Enrique Winter
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